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El otro Lorca, el surrealista, el atormentado con lo que sus ojos debieron ver allí, todo tan diferente, tan extraño y a la vez tan conmovedor. Consigue el efecto de un círculo vicioso fascinante con este poema, pequeño e infinito.
PEQUEÑO POEMA INFINITO
Equivocar el camino
es llegar a la nieve
y llegar a la nieve
es pacer durante veinte siglos las hierbas de los cementerios.
y llegar a la nieve
es pacer durante veinte siglos las hierbas de los cementerios.
Equivocar el camino
es llegar a la mujer,
la mujer que no teme la luz,
la mujer que mata dos gallos en un segundo,
y luz que no teme a los gallos
y los gallos que no saben cantar sobre la nieve.
es llegar a la mujer,
la mujer que no teme la luz,
la mujer que mata dos gallos en un segundo,
y luz que no teme a los gallos
y los gallos que no saben cantar sobre la nieve.
Pero si la nieve se equivoca de corazón
puede llegar el viento Austro
y como el aire no hace caso de los gemidos
tendremos que pacer otra vez las hierbas de los cementerios.
puede llegar el viento Austro
y como el aire no hace caso de los gemidos
tendremos que pacer otra vez las hierbas de los cementerios.
Yo vi dos dolorosas espigas de cera
que enterraban un paisaje de volcanes
y vi dos niños locos que empujaban llorando las pupilas de un asesino.
que enterraban un paisaje de volcanes
y vi dos niños locos que empujaban llorando las pupilas de un asesino.
Pero el dos no ha sido nunca un número
porque es una angustia y su sombra,
porque es la guitarra donde el amor se desespera,
porque es la demostración de otro infinito que no es suyo
y es las murallas del muerto
y el castigo de la nueva resurrección sin finales.
porque es una angustia y su sombra,
porque es la guitarra donde el amor se desespera,
porque es la demostración de otro infinito que no es suyo
y es las murallas del muerto
y el castigo de la nueva resurrección sin finales.
Los muertos odian el número dos,
pero el número dos adormece a las mujeres
y como la mujer teme la luz
la luz tiembla delante de los gallos
y los gallos sólo saben volar sobre la nieve
tendremos que pacer sin descanso las hierbas de los cementerios.
Federico García Lorca
1930. Nueva York (Poeta en Nueva York)
Nos ofreces un inquietante y oscuro Lorca. No equivoquemos el camino.
ResponderEliminarBesos, Pamisola.
Todo el libro de Poeta en Nueva York, me fascina. Es el Lorca que prefiero. Cuando estuve en esa ciudad, a penas diez días, me llevé el libro y comprendí mucho mejor al poeta.
ResponderEliminarGracias Puri por traerlo por aquí y recordarlo
Besos
Luz
Lorca dio vueltas a la gran Metrópoli para encontrar su propio sitio en la literatura. Lo consiguió. Qué belleza.
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