miércoles, 26 de septiembre de 2012

Eterna Soledad

Habitación de hotel.  Edward Hooper.



Ella, estaba ya en el Palacio de Villahermosa, y aunque no lo parezca, recibió encantada a todos los demás  que salieron de la mente y las manos del mismo creador, y que  estaban por ahí desperdigados, cuando este verano vinieron a visitarla.  Les pusieron  a todos juntos para que pudieran saludarse,  familiarizarse, y conocerse sin perder la compostura.
El Señor Barón hace tiempo que se fijó en Ella, y la trajo aquí. Ahora ha de seguir el viaje con todos los demás, y no está muy convencida. Ya está el equipaje preparado sólo tendrá que ponerse el vestido y los zapatos y coger el sombrero. Mientras,  hace tiempo ojeando un folleto de viajes o algo parecido, antes de salir hacia París. 
Después Ella, volverá otra vez a palacio  por deseo expreso de la Señora Baronesa, dispuesta de nuevo para recibir a las visitas, y otra vez  por un tiempo indefinido  seguir disfrutando de su eterna soledad.

 P. Merino.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Tenía que volver

Foto:  P. Merino

                                               
            Volvía porque tenía que volver,  comprobar con sus propios ojos, si algo de lo que quedaba    coincidía con sus confusos y escasos recuerdos. Con el paso del tiempo empezó a sospechar que su mente le hizo trampas cambiando los datos en algún momento de su vida y no lo advirtió. Temía que nada de lo que recordaba tantas veces repetido en su mente como en una película, se pareciera a lo que iba a encontrar al final del viaje.
            Un poco antes de llegar se bajó del coche. Quería  reconocer,  por si acaso quedaban,  sensaciones, recuerdos  de algún paseo o alguna escapada que la transportara cuarenta años atrás en que esta carretera sólo era un camino pedregoso y polvoriento, y  cerca   las  eras,  por donde en tiempo de siega cabalgaban los trillos.
            El olor dulzón y empalagoso lo reconoció al instante,  los árboles  erguidos y elegantes, cimbreándose suavemente movidos por el viento eran los  dueños del penetrante perfume y de un nombre raro que no recordaba, y también los encargados de escoltar el río. El puente sí era el puente; de piedra, antiguo, y muy estrecho para los vehículos de cuatro ruedas,  incluso para un carro con paja, o de enseres; o de enseres y personas que viajan a la ciudad dando la espalda al pueblo que ella ahora se encontraba.
            Una vez plantada allí puso su cerebro a funcionar; nada más cruzar el puente estaría la calle empinada que se dirigía a la plaza, y siguiendo recto la calle  principal y más adelante la casona con la fachada de piedra y el portón de madera oscura con el arco de medio punto, y rastros de historia aún, según la abuela en tiempos pasados fue utilizada  por la Santa Inquisición.
            Entrando estaría el zaguán con el suelo de grandes y relucientes piedras  que daban la bienvenida, de frente la entrada al corral, a mano izquierda la cocina, a la derecha la puerta de entrada a la sala grande, enorme, donde los escasos   muebles, parecían diminutos, perdidos. La escalera  que subía a las habitaciones que entonces ocupaban sus padres y sus hermanas. Y el largo corredor de madera desde donde se veía el río, y  en una noche muy obscura  y ante la insistencia del padre, sus hermanas y ella vieron con toda claridad a los tres  caballos de los Reyes Magos, descansando en el corral.

            El río se dejaba mirar el lecho de piedras entre el agua clara y escasa, y que al pasar por allí era dócil y servicial. No lo pudo resistir,  se sentó en la orilla y metió los pies dentro del agua. Mientras miraba los pececillos culebrear entre las piedras, una voz lejana que no le sacó de su abstracción,  y que escuchó perfectamente, le hizo sonreír a la vez que asentía, como si la estuviera esperando.
 -¡María!, María, cuando vuelvas te estaré esperando en esta parte del camino.

             Era la segunda vez que no se atrevió a  pasar del río.

 P. Merino

martes, 4 de septiembre de 2012

No es por incordiar... es por entretener.


                                           
Perdónenme ustedes, pero es que últimamente estoy muy pesetera, y me cabreo, tengo que reconocer, por  detallitos insignificantes, por cosas tontas y sin importancia  que pasan en este maravilloso país. En las importantes prefiero no pensar.
Ya saben, con todas estos problemas  que nos tienen apabullados, preocupados, hartos, todos esos nombres técnicos que maneja todo el mundo,  el que sabe y el que no. Ya se habrán dado cuenta a lo que me  refiero, al estado de la  economía, A la “prima” esa y a toda la parentela, y cómo hacer que los ricos lo sean más  a costa de lo que sea.
Y eso del “rescate” a mí me recuerda más a las princesas encerradas en la torre del castillo, la  princesa Sigrid de mis tiempos, no esperó tanto a que la rescataran, pero es que el Capitán Trueno sólo se guiaba por ¡el amor!


Como les decía estoy muy sensible en lo que  al euro-peseta  se refiere, y en cuanto que oigo que se va arreglar algo, que no le veo mucho interés, la verdad, pues me pongo nerviosa a contar con los dedos (es una manía) y me pregunto ¡ESTO CUÁNTO VA A COSTAR! ¡ESTO QUIÉN LO VA A PAGAR!
Por ejemplo: “El Libro Códice Calixtino”,  que desapareció por arte de magia de un señor electricista  que pasaba por allí?  ¡No!, que casi, vivía allí. Se lo llevó por fastidiar  a sus dueños  pues vaya usted a saber por qué, a lo mejor hacía mucho tiempo que no le preguntaban por la familia. El asunto es que ahora después de  recuperarlo y con tanta emoción pues ¡hale!, a poner todos los medios habidos y por haber (que no le falte de ná)  para que esto no vuelva a ocurrir. Y aquí es donde me pongo nerviosa y a  contar con los dedos… y después las preguntitas:   ¿La Iglesia?, no creo, es pobre, y cuando alguien insinúa que en las  circunstancias en que se encuentra el país debían  de hacer por solidaridad cristiana  lo que todo el mundo hace   por obligación como:
                                                         ¡PAGAR EL I.B.I.!
Van y se ponen por las nubes, amenazando que se puede terminar el “Maná” de los necesitados. Horror.
Y mientras en el mundo de los humanos normales, pasa lo mismo todos los días, no cambia nada, mejor dicho sí cambia, porque según los voceros del gobierno y adláteres, esto  va a ir a peor.

Pues mientras, también me coge sensible lo del "Hecce Homo" de Borja. Lo ridículos que somos en este país y hacer de una tontada una noticia que ya ha recorrido el mundo. Tiene gracia la cosa si a esta pobre señora el trabajito de recuperación le hubiera quedado bien, lo mismo no le dan ni las gracias, pero como no ha sido así, hasta la heredera del  “artista” la pone a caldo, y si no es porque la cosa  hace gracia a la gente y el asunto toma otros derroteros, ya le iban a pedir un indemnización y todo. Ole.
No creo que el cura no lo supiera, al contrario le parecería estupendo porque gracias a la afición y a la fe de esta buena vecina les saldría gratis. Pero no, no le salió bien, y entonces se lía la de “Dios es Cristo (perdón, lo tenía a huevo).  Y se llama a los expertos-entendidos,  a quien haga falta, que tampoco falte de ná. Y sin tardanza se presentan allí con toda su impedimenta, todo lo necesario para hacer el milagro, (lo sigo teniendo a….) pero no voy a abusar.
Y después de investigar la gran obra de arte pifiada, declaran  risueños,  “no creemos que haya problemas para poder recuperarlo”. ¡Ah! Menos mal!, ¡que peso nos quitan de encima!  Pero eso ya no importa porque los vecinos quieren aprovechar el tirón  de la obra mamarracho, atrae a los visitantes y de paso compran lo típico de allí, y todo lo que sea negocio está por encima del buen nombre, del pueblo, del arte, y de la misma Iglesia, que para eso estamos en crisis
 Y para rizar el rizo ¿oigan, se pueden recuperar  las dos imágenes? La buena y la mala,  “se mirará, puede resultar dificultoso, y si no se puede, se recuperará la original”
Pero vamos a ver, digo yo, si tenía tanto valor (artístico, claro del otro ya sé que sí)  la imagen en cuestión, por qué no llamaron a un profesional desde el principio.  Yo lo que haría en la oscuridad de la noche, sería darle un manita de cal a la pared y aquí paz y después gloria. Total  de imágenes religiosas estamos sobrados.
Pero si se deciden a arreglarlo: ¡ESTO CUÁNTO VA A COSTAR!, ¡ESTO QUIÉN LO VA A  PAGAR! Y empiezo a contar con los dedos.

Imágenes Internet.

Lo siento, yo no doy pá más


P. Merino