Relato estival
Siempre
que puedo me gusta sentarme en el porche para disfrutar de ese rato especial
que me ofrece el día, casi siempre al atardecer. Es la recompensa del
ajetreo diario. Hoy además de lo de siempre, fui al veterinario con Rascayú,
está triste y se niega a comer desde que,
Lula, su compañera de muchos años, murió hace unas semanas.
A todos nos preocupa mucho su estado de
tristeza, pero me tocó a mí luchar con él hasta que con ese don de convicción que Dios, no, me ha dado… -anda, venga, Rascayú si te portas bien te
vamos a traer una Marilyn preciosa-, y
alguna mentira más, logré meterlo en el coche.
Me dejo caer en el sillón con un suspiro
tan hondo que los volantes del cojín producen tanto
alboroto que Rascayú, se asusta y da un respingo antes de tumbarse en el suelo
a mi lado como siempre, él también participa del ritual.
- ¡Vaya!, olvidé el refresco en la cocina, pero no me muevo. Pongo los pies en el otro
sillón y miro al cielo. Es un placer contemplar
las nubes, siempre diferentes, a veces tan espectaculares que si estuvieran plasmadas en un cuadro pensaría
que son pura fantasía del pintor. Hoy parece
que se mueven más que otros días. Estoy tan a gusto que me dejo transportar por
éllas sin importarme mucho el destino.
El sonido de un coche que se acerca me
fastidia el momento, mí momento de soledad diaria. No me muevo. El seto de la
entrada oculta la parte de los sillones. Está para eso. Rascayú tampoco se
mueve, sabe leerme el pensamiento.
– ¡Eh, hay alguien ahí!, grita un tonto del culo que no sabe nada de mi
hora santa, y al parecer tampoco entiende lo de “camino
cortado”. ¡Ni hablar de moverme!
Vuelvo a mirar al cielo, las nubes ahora tienen prisa, y yo ninguna. Cierro los
ojos nuevamente y empiezo a balancearme de delante a atrás con ese vaivén cadencioso, casi
mecánico, que se quedó impreso en el
cerebro de cuando había que acunar a los hijos para que se durmieran.
- ¡Ay Clara, Clara! qué te hubiera costado levantarte y contestar a ese pobre
despistado con una sonrisa, justita, pero amable…-
Y me veo en otro porche, cómo Meryl Streep, estirándome el relimpio vestido de las tardes, quieta en la escalera cual vestal griega, sujetándome detrás de la oreja un mechón de pelo que me estorba en la cara. Y a Rascayú que se tapa un ojo con la pata, igual a: tú sabrás lo que haces, no lo quiero ver.
Y me veo en otro porche, cómo Meryl Streep, estirándome el relimpio vestido de las tardes, quieta en la escalera cual vestal griega, sujetándome detrás de la oreja un mechón de pelo que me estorba en la cara. Y a Rascayú que se tapa un ojo con la pata, igual a: tú sabrás lo que haces, no lo quiero ver.
-¿Qué
se le ofrece señor? Y sin dejarle un minuto para reaccionar, digo con sorna ¿no
será Ud. del National Geographic?
-Perdón,
no he entendido bien. Pregunto
por el señor Miranda, vengo a traerle un
paquete.
- ¡Lo ves! Qué bien hice con no moverme,
y vuelvo a mirar cómo van las nubes. Y de nuevo me dejo llevar…
Estoy
en otro continente, en una bonita casa de estilo colonial, abriendo cajas que contienen libros, mi valiosa vajilla de porcelana, la
delicada cristalería heredada y el
querido gramófono que habrá que limpiar con
esmero para lograr que el cambio de
clima no afecte a su sonido fiel.
Salgo al interminable porche con unas tazas en la mano cuando oigo el motor de un coche y ver quien
viene a visitarme, este camino no es de paso.
-¡Hola!, he venido a saludarla, y a
preguntar si todo va bien.
-Todo bien, muchas gracias por su
interés.
-Le invitaría a un té pero… todavía estoy desembalando la
vajilla, digo, a la vez que muevo la mano con las tazas
-No importa, otro día aceptaré con gusto.
-Cuando quiera, siempre será bien recibido.
Y no le digo nada más, porque intuyo que
no tardando mucho, volverá para invitarme a ver África desde el cielo.
Rascayú empieza a gruñir, mi hora santa se ha terminado.
P. Merino.
Imágenes: Internet
(Relato publicado el 23 de enero de 2012, en el blog amigo: <TALAVÁN TALAVÁN CUENTA>
Imágenes: Internet
(Relato publicado el 23 de enero de 2012, en el blog amigo: <TALAVÁN TALAVÁN CUENTA>
La compañera de Koro, a quien él consideraba su madre, dejó también esa pena profunda. Incluso se puso enfermo de un ojo y ambos (él y yo) sufrimos mucho.
ResponderEliminarHoy creo que la ha olvidado, pero no lo sé.
En Paradela no hay puentes para fotografiar. Pero hay un petroglifo digno de un Robert africano...
Apenas despierto de la tranquilidad que transmite el relato. Me ha gustado y he naufragado hondo... saludo. Es un placer leerte.
ResponderEliminarMe has recodado las peliculas "Los puentes de Madison" y "Memorias de Africa", dos de mis favoritas. He sentido la calma del atardecer y el vaivén del sillón, el aire que mueve esas nubes y la compañía fiel de Rascayú.
ResponderEliminarPor un momento me has llevado allí con tu micro y volver a la vida real después de esto, no es lo mismo.
Me ha encantado Puri. Besitos
Pues lo siento por Rascayú.Me he quedado con las ganas de saber quién era el que interrumpió esa hora sagrada de descanso.Besicos
ResponderEliminarPues sí, me recordaste a Meryl esperando por su fotógrafo. Lamentablemente, no todos tenemos un porche.
ResponderEliminarBesitos, cuídate de esas visitas intempestivas.
Un relato misterioso, has pintado muy bien a Meryl, con su vestido limpio de tarde. Será una digresión pero en esas película salen unas mujeres con unos vestidos de mucha tela, limpísimos y sin una arruga. Sin lavadora y con planchas de carbón. Milagro.
ResponderEliminarBesos, Puri.
No me puedo creer que si lo publicaste donde Pedro TAlaván no lo recuerde, quizá se me pasó y no lo leí, porque de verdad es un buen relato siempre acompañado por esas nubes de atardecer que van y vienen, como tus palabras que nos llevan y nos trae de unos lugares a otros impregnadas de calma.
ResponderEliminarMe alegra mucho el que pasases un buen día con todos nosotros en tu ciudad. Estaba un poco preocupada por cómo te habías sentido, pues ya sabes que te empuje y eso conlleva alguna responsabilidad.
Un abrazo
Me trajiste suavemente "Memorias de África", una de mis películas favoritas.
ResponderEliminarBonito paralelismo el que haces. Las nubes te han trasportado....
Un abrazo, y ¡ánimos al pequeño Rascayú!
Me gustan los relatos que no concluyen pero sugieren.
ResponderEliminarBesos.