lunes, 20 de mayo de 2013

DEJARSE LLEVAR...

Leyendo el libro Campos de Castilla, de Antonio Machado, encuentro poemas que ya conocía de hace mucho tiempo de cuando  que me los cantaba  Serrat. 
Pero siempre hay que insistir, y volver a los libros una y otra vez. Y siempre se "descubre" algo,  algún poema que no se había puesto a tiro, que lo pasé de largo, o lo leí y en ese momento no me conmovió. Y así repasando sin respetar el orden, me llama la atención este:  "A José María Palacio". Y como siempre, pienso que soy la última en saber lo que otros ya saben, pero es igual, yo lo disfruto ahora.
A mi que me gustan la forma, la estrategia  de escribir las cartas,  veo en este poema de Machado, una carta preciosa que le dirige a su amigo José María  Palacio, haciéndole preguntas de su querida Soria, que él mismo contesta  con sus recuerdos de tiempos felices. 

"¿Hay zarzas florecidas entre las grises peñas, 
y blancas margaritas entre la fina hierba?"

                                             - FOTO: Dejarse llevar.-

y pregunta de nuevo, aquí con duda, "¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas?
¿tienen ya ruiseñores las riberas?"

                                             - FOTO: Dejarse llevar.- 

Y entre preguntas y afirmaciones va discurriendo ese trozo de la naturaleza viva  que él ya no presencia, y se dirige al amigo para hacerle  preguntas, seguidas de las seguridades  que ya presiente.

                                          



A José María Palacio

Palacio, buen amigo,
¿está la primavera
vistiendo ya las ramas de los chopos
del río y los caminos? En la estepa
del alto Duero, Primavera tarda,
¡pero es tan bella y dulce cuando llega!...
¿Tienen los viejos olmos
algunas hojas nuevas?
Aún las acacias estarán desnudas
y nevados los montes de las sierras.
¡Oh, mole del Moncayo blanca y rosa,
allá, en el cielo de Aragón, tan bella!
¿Hay zarzas florecidas
entre las grises peñas,
 y blancas margaritas
 entre la fina hierba?
Por esos campanarios
ya habrán ido llegando las cigüeñas.
Habrá trigales verdes,
y mulas pardas en las sementeras,
y labriegos que siembran los tardíos
con las lluvias de abril. Ya las abejas
libarán del tomillo y el romero.
¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan  violetas?
Furtivos cazadores, los reclamos
de la perdiz bajo las capas luengas,
¿tienen ya  ruiseñores las riberas?
Con los primeros lirios
y las primeras rosas de las huertas,
 en una tarde azul, sube al Espino
al alto Espino donde está su tierra...

                                                Baeza, 29 de abril 1913. Campos de Castilla. A. Machado.



Hoy también me encontré con este tan breve,  de cuando me lo cantaba Serrat, y siempre me dejó en que pensar.
Sencilla y preciosa manera de explicar  la dificultad de querer ser, lo que no se es.

( FOTO: también, dejarse llevar: precioso jardín.)

Érase de un marinero
que hizo un jardín junto al mar,
y se metió a jardinero.
Estaba el jardín en flor,
y el jardinero se fue
por esos mares de Dios.
                                                     Parábolas, III,  Campos de Castilla. A. Machado.


José María Palacio: Periodista en Soria y en Valladolid. Fundó El Porvenir Castellano, periódico de Soria en el que colaboró Machado, y dirigió Tierra Soriana, donde también colaboró nuestro poeta. Palacio era amigo y medio pariente de Machado. (Editorial Cátedra)

J. M. Serrat: Un señor que "cometió la atrocidad" de ponerle música a los poemas de Machado para que los conociera yo.

Puri Merino.
Fotos: Dejarse llevar por las palabras.

jueves, 9 de mayo de 2013

UN CUENTO...


 En las clases del Taller de Escritura, clase optativa,  en el  segundo curso de Humanidades,  la propuesta del día era escribir  un cuento infantil para niños de seis años aproximadamente.   Según el profesor, mi cuento se  quedó en los once.  Así vimos la dificultad,  que hay en  escribir para niños,  y más si es para una edad en concreto.  Así es que lo dejamos  en...  un  cuento. 


En cuánto a lo de la edad, agradecería  si alguien me da  su opinión. De psicología infantil sé lo justo,  que da la experiencia de  entender a los niños propios, y de eso hace mucho tiempo.  



                                                         Un cuento infantil

            Las tardes de verano asfixiantes y dormilonas, sólo, eran divertidas para Viri.
Elvira, es una niña lista, soñadora, y  por las tardes   cuando tiene un rato libre después de los deberes, se dedica a observar  muy detenidamente  todo lo que le rodea, mientras los demás duermen la siesta.


Desde su ventana puede ver todo el jardín, y lo que más atrae su atención es el rincón donde  las hierbas  altas y  secas sirven de escondite  a las nerviosas lagartijas  que se mueven   como si las dieran ataques de risa, y de repente  quedarse quietas como dormidas sobre las piedras calentitas  que rodean el estanque.
-Hola, “colitas”, me gustaría  jugar con vosotras pero mamá no me deja bajar a estas horas porque  dice que hace mucho calor, y no me puedo escapar.  Pero ellas no le hacen caso y siguen a lo suyo como si no se enteraran.
Viri, piensa y sueña en hacerse amiga de las lagartijas, y aprender  a deslizarse por las paredes, igual que ellas.
¡Sería estupendo  bajar del piso de arriba, donde está su habitación,   hasta el jardín para jugar con ellas! sin que la viera mamá.
Una noche, cuando todos dormían, Viri, notó que alguien tiraba de las sábanas suavemente, eran las lagartijas que venían a invitarla a dar un paseo.
-Hola “colitas”, qué contenta estoy de veros, ¿a dónde me lleváis?
-Dónde tú quieras, ¿a dónde te gustaría ir?  dijo la más decidida, después de hacer callar a las demás.
Viri, les contó su deseo de deslizarse por las paredes,  pero no las convenció, le dijeron que sólo ellas estaban hechas  para eso.
-Pero si quieres nos puedes pedir otro deseo.   Y todas a la vez , le preguntaron ¿dónde te gustaría ir?
-No sé... no sé… dijo Viri, pensativa. De repente se le alegraron los ojos  y dando un salto dijo: ¡A la luna!
-¿A la luna?  Se miraron los lagartos y lagartas entre sí.
-Sí, sí, a la luna.
Al momento comenzaron una especie de baile muy rápido y difícil delante de Viri, formando a toda velocidad una escalera interminable  apuntando hacia el cielo como si  todas las lagartijas del mundo se hubieran unido, cogiéndose de la cola unas a otras.
 Era precioso ver en la oscuridad de la noche el camino de color verde luminoso y brillante  por el que la niña subiría  hasta la luna, (tenían la costumbre de cambiar de color  cuando se ponían contentas para  hacer algo  muy  importante).
¡¡¡Pero!!!  no pudo ser, faltaba un tramo de unas - - - - - - - - - -
 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -  treinta lagartijas para  llegar. 
Habría que esperar al verano siguiente, que iba a hacer  mucho más calor y todos los nacimientos de lagartijillas serían dobles. 
Alguna dijo que la próxima vez tendrían que llevar algo parecido a unas gafas,  la luz  "lunera" era  tan blanca y reluciente que    las que iban las primeras casi  se quedan ciegas.
Elvira, se quedó muy seria sentada sobre la cama, estaba enfadada, casi a punto de llorar. Los animalitos que ya habían
deshecho el larguísimo camino verde,  pensaban cómo podrían consolarla.
-¡Venga, Viri!, no te enfades  a cambio te enseñaremos nuestro secreto para que puedas deslizarte por las paredes,  pero que sepas  que es muy difícil. Viri, se metió en la cama mientras unas cuantas lagartijas  le colocaban la ropa con toda rapidez para que se durmiera como si nada hubiera pasado.
Después de muchos días de trabajo consiguió aprender, y  subía y bajaba a su cuarto deslizándose por las paredes,   como si lo hubiera hecho siempre.
 Pero se hizo mayor y la empezó a fastidiar que se le estropearan las uñas de agarrarse  a la pared. Además empezó a  encontrarlo  ridículo y volvió a subir y bajar por la escalera como todos en la casa.


Lo divertido  es que ahora las lagartijas imitándola a ella,
también subían y bajaban por  la escalera, y Viri, no sabía
cómo explicarles  que tendrían que vivir como siempre en el jardín.
                                         
 P. Merino. 
Ilustraciones de Google                                                 

miércoles, 1 de mayo de 2013

Los otros sentidos


            Abro la puerta y noto el olor a polvo y a nada, que se produce en los sitios deshabitados largo tiempo.
            Al entrar tropiezo con un paragüero y cae  al suelo, me agacho y lo busco con las manos, el tacto frío me confirma lo que antes  dijo el sonido; es metálico, lo levanto y sigo andando con los brazos extendidos para comprobar dónde termina el pasillo. En las paredes hay cuadros colgados a diferentes alturas. A mano izquierda encuentro un vacío, es la entrada a una habitación, giro para entrar, a los dos pasos me doy en las piernas con la cama, me inclino para poder tocarla, palpo la ropa, una suave y mullida manta se recoge debajo del colchón. Doblada, en la parte de los pies, una colcha  de algodón, más fina y de tejido más firme con dibujos en relieve y flecos en los extremos. En la mesita de noche de este mismo lado hay una lamparita baja, dos porta-fotos pequeños, un paquete de pañuelos y un frasco de colonia, lo abro, el olor demasiado penetrante y empalagoso me hace cerrar los ojos y contener la respiración. Precipitadamente lo cierro y casi lo caigo al suelo pero procuro dejarlo mas o menos donde estaba.


                En la pared situada a los pies de la cama hay un mueble con varias estanterías, en la que queda a la altura de mis manos hay unos cuantos libros que al tocarlos se tumban hacia  un lado con efecto dominó. El polvo que se desprende me hace toser.
            En la misma pared un poco más adelante hay una ventana, paso la mano de arriba abajo hasta encontrar el pestillo, tiro y la abro. Enseguida noto agradecida el aire fresco de la noche. Piso lo que debe ser la alfombra que  se me engancha en los pies y de una patada la meto debajo de la cama. En la pared que queda enfrente de la puerta hay un mueble bajo con cajones, encima colgado en la pared, la calidez de un marco de madera que sujeta la superficie dura y fría de lo que puede ser un espejo, después también colgado una percha con collares y cinturones, un poco más adelante unas fotos fijadas a la pared con chinchetas. Me siento en la cama y reculando llego a la otra mesita, también  hay una lámpara, un libro y un estuche de gafas. La cabecera es de metal con barras cruzadas formando cuadrados, en una de ellas, sujeto con un pañuelo anudado, un cable que termina en un interruptor con forma de pera.    Enciendo la luz...   no sé por qué,  no me hacía falta.
                                                       
  P. Merino
 Foto: Thedreamofpupet.