Ahora son manos nerviosas, que se quejan de dolores,
pero sobre todo de nostalgia por todo lo que hicieron y ya
no pueden. Perteneciendo a una mujer luchadora incansable, y dando respuestas a
la vida cuando fue dura con ella, y la suerte le volvió la espalda en el
momento crucial de formar una familia.
Innumerables son las funciones que desarrollaron en
tiempos hostiles y las situaciones a las
que se vieron sometidas pero nunca se cansaron ni la dejaron tirada. Dos manos
que sirvieron para levantar un mundo, sin palanca alguna, sólo con la fuerza de su
voluntad. Voluntad que fue mucha y después
de tantos años todavía le sobra. Ahora le
acompañan cuando habla y habla para contar todo lo que recuerda, las historias propias, textos de los libros de la escuela, o extensos poemas,
entonados con claridad y expresados con los gestos adecuados y precisos de las manos, haciéndolas hablar, como las grandes actrices.
En los largos tiempos de ociosidad, descansan encima
de la falda, o se buscan para estar
entrelazadas un rato, y de paso comprobar que ninguna de las dos hace algo que
la otra no sepa. Echan de menos muchas
cosas que no hacen, ahora que el tiempo
es largo y pesa, por ejemplo; sujetar y pasar las hojas de un libro, porque la vista ya no acompaña,
Manos cansadas, gastadas, como dos envoltorios frágiles
y delicados con las señales de toda
una vida, pero llenas de intenciones, de
cosas por hacer. Manos torpes y algo lentas,
pero no vencidas.
Foto: Las manos de la Abuela; dentro de dos días celebrarán los muchos años que llevan juntas.
Purificación.
Purificación.