lunes, 28 de abril de 2014

Ecos de sociedad... en abril


Elena Poniatowska, Premio Cervantes 2013

Como todos los años,  llega el acontecimiento que más importa  en nuestra ciudad. No por que vengan las más grandes autoridades, ni por las múltiples actividades que lo anteceden, sino porque el "espectáculo" siempre es diferente, y depende en parte del premiado de turno.  A veces  el personaje protagonista del año  no es muy conocido,  a pesar de ser su obra muy importante y de que toda su vida la dedicó a eso de pensar, a inventar, a escribir y fabular, porque de eso va el asunto, seguir el  rastro de Don Miguel de Cervantes, y por ello, llegar hasta aquí  para recibir los honores merecidos y disparar el conocimiento de su obra y su persona,  la mañana de un ventitrés de abril.

A eso de media mañana, llegó ella; de una larga lista de galardonados es la número cuatro de "ellas". De avanzada edad, (como casi todos), menuda, cabello blanco, cara amable y risueña, y elegante con su "huipil", alegre y colorido que vestía en homenaje a las mujeres de su pais.  Le dieron los parabienes, los saludos,  las felicitaciones, y  después de colgarle la medalla en el  cuello se remangó la falda y despacio pero segura subió hasta el estrado del Paraninfo, reservado para los elegidos, allí su figura menuda parecía una pequeña imagen en la hornacina del templo, templo donde se veneran las palabras habladas y escritas en castellano. 


Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares

Despacio y tranquila fue desgranando su discurso, y sin perder la sonrisa que es como más efecto hacen las verdades, ella repartió las suyas  a todo el que la escuchaba. "El poder financiero manda no sólo en México si no en el mundo. Los que lo resisten, montados en Rocinante y seguidos de Sancho Panza, son cada vez menos. Me enorgullece caminar al lado de los ilusos de los destartalados, los candorosos"...
Nombró a muchos de sus amigos, también grandes escritores, mujeres y hombres importantes, que compartieron y comparten con ella además de la amistad, su pasión por el oficio de escribir. De entre todos ellos  fue García Márquez, el que más  estuvo, en espíritu,  por los méritos propios, y por la cercanía  de su despedida. Y habló de muchas mujeres, de las más lejanas a las contemporáneas, sin olvidarse de ninguna de  las imaginadas  por  Cervantes.  
De nombre clásico, apellido difícil y un marido "estrellero" ,  dice ella, y princesa, aunque no quiso serlo, Doña  Elena Poniatowska, francesa de nacimiento y mexicana por convicción, lució en todos los sentidos, y nos encandiló con su aspecto de abuela encantadora, que  entre sonrisa y sonrisa   defiende y critica a partes iguales. Y como era de esperar ella contribuyó a que  el espectáculo de este año fuera además de interesante y  entrañable, muy  diferente.  Ahora toca leerla para  dscubrirla más profundamente.
Bienvenida y adios, Doña Elena, un gusto haberla visto y oido por aquí y como dicen por allá, que le vaya bonito.  

Si no lo escucharon, les aconsejo que vean su discurso entero porque no tiene desperdicio


  
Purificación.
Fotos: Internet

sábado, 19 de abril de 2014

La esperanza



Cualquier día, en cualquier lugar.
Después de tantos días perdido, con frío, hambre, cansancio, el cuerpo empapado, la ropa rota e irreconocible  por la suciedad  y el barro embutido en las botas y lo que quedaba de mis  calcetines, tuve la  gran suerte  de encontrar este  escondrijo parecido a una cueva.  Por fin podría  descansar sin tener por techo el cielo raso. Ese cielo limpio y estrellado  que anuncia  las duras heladas   y que  para mi desgracia ya conocía tan bien.
            Me moví  para darme la vuelta y cambiar de postura, estaba entumecido de estar  tanto tiempo encogido para soportar mejor el intenso frío que no lograba mitigar tapado con la manta que ya sólo era un  harapo.
Era ese momento impreciso  en que el día compite con la noche para ir imponiendo su luz poco a poco. Me sorprendí al  distinguir entre las sombras a otra persona tumbada a tan solo un metro de donde yo estaba, dormida probablemente, o sólo intentando descansar.
Esperé nervioso a que hubiera más luz para ver quién era la inesperada compañía. Estaba de espaldas, y por el aspecto de su ropa imaginé que estaba en lo mismo que yo; poder sobrevivir.
      -¡Eh!  ¿Quién eres tú?  ¿En qué bando estás?  Comprobé que era un hombre más o menos de mi edad cuando se revolvió rápidamente para mirar hacia mí.
            -Y a ti qué te importa. Yo  podría hacerte la misma pregunta.
            -Yo ya estaba aquí
            -Y qué pasa, que esta porquería  de sitio te pertenece.
           -Del que llega primero. Y si no hay más remedio, defenderlo a puñetazos. Con una mueca de media sonrisa desganada, me pregunté si merecía la pena luchar ya por nada.
         El recién llegado se incorporó,  la escasa luz  me hizo  intuir, más que  ver,  su aspecto y el estado de sus ropas y  no me dieron una pista nueva, seguro que era otro desertor  cómo yo,  los había en las dos partes.
         Seguimos  la conversación  midiendo las palabras,  tanteando, sobre todo las respuestas, sin olvidar   lo que a los dos más nos preocupaba.  Si el otro sería de fiar. Se puso de pie y dio una vuelta sobre sí, buscando con la mirada.
            -No tienes nada de comer, ya veo. -¿O lo tienes escondido?
            -No.  Y de tenerlo  tampoco te daría nada, sin saber siquiera  quién eres.
          -Vale, luego hablaremos de eso-. Y  contrariado se volvió a tumbar en el suelo igual que  antes, de espaldas a mí. Supuse que le podía más el cansancio que el hambre y las ganas de discutir.  Eso y que estuviera otra vez  a mi altura me tranquilizó.  Después de un rato de hacer cábalas  sobre el cambio de la situación, el  abatimiento y el silencio me adormilaron.
Calculé  por la intensidad de la luz   que  serían  cerca de las siete de la mañana, el día empezaba a   chulear otra vez,  y de nuevo  ganarle la partida a la oscuridad.
Me volví para mirar donde estaba el otro individuo cuando  sobresaltado recordé lo ocurrido antes de quedarme dormido, pero la  claridad me daba de lleno en los ojos.  Me levanté despacio para no hacer ruido, pretendía adelantarme y poderlo mirar con detenimiento antes de que se diera cuenta. Recorrí la cueva con la mirada, no había ninguna señal en el sitio donde  había estado  tumbado. Me desperecé  para colocar  mis doloridos huesos, que ya no recordaban lo que era un colchón.
Me sentí  aliviado y decepcionado a la vez al descubrir que  de nuevo  estaba solo. Fue bueno tener a  alguien con quién hablar  después de tantos días  huyendo por el monte, de tanta  soledad  y tanto miedo compartido con las alimañas nada más.   El  tiempo que duró la   breve conversación  me sentí menos miserable,  menos humillado por la vida,  dos  personas hablando en igualdad de condiciones,  aunque  el otro  posiblemente, no fuera de los míos.
Salí de la cueva siguiendo las pisadas marcadas en el barro por el  otro desgraciado,  me llamó la atención  un papel que había en el suelo  y que todavía no se había empezado a mojar, lo cogí, era de un color pardusco indefinible,  como casi todo en aquellos tiempos,  aunque era posible que fuera blanco cuando se escribió. Tenía  los dobleces gastados, casi rotos, de tanto mostrar    su contenido,  como  un estuche que  guardara las  palabras con más celo que si fueran joyas. Lo  desdoblé   con  curiosidad   y cuidado,  intento inútil  con  mis  manos  temblorosas,  ajadas y sucias.

"Querido Juan: Donde quiera que estés,  no me olvides nunca. Con todo mi amor te espero. Siempre tuya, Teresa.
P.D. El niño se cría bien, se parece mucho a ti, y  te manda un beso."

Aquel  papel que sin duda era el motor y el alimento de alguien que sufría la misma situación que yo, se dobló solo,  por la costumbre. Lo  guardé en el único bolsillo que me quedaba, quizá con la esperanza de  poderlo devolver. Mis pensamientos volaron lejos y demasiado deprisa  en busca de los  sentimientos,  los esquivé como pude y decidí que no debía darles ni un minuto de atención. Necesitaba las pocas fuerzas que me quedaban para  seguir andando con un solo objetivo; encontrar, como fuera, algo  que se pudiera comer. Después quizá pudiera  sentarme a llorar y dejarme embaucar otra vez por la esperanza.

Purificación.

Imagen: Acuarela de Mark Horst (Internet)
Texto  actualizado. 
Publicado  en TALAVÁN TALAVÁN CUENTA.

viernes, 4 de abril de 2014

Recordando a Octavio Paz






Madrugada

Rápidas manos frías
retiran una a una
las vendas  de la sombra
Abro los ojos
todavía
estoy vivo
en el centro
de una herida todavía fresca.

Octavio Paz 

Imagen: Dibujo a pastel de Sally Strand