miércoles, 27 de enero de 2016

Casualidades

Una tarde agradable, demasiado diría yo. Cambio de planes del día. Ir al cine por casualidad, y por aprovechar los días que es más barato; los lunes a 3 €.
Ir al cine por ir al cine, sin ningún título en concreto, y por razones de horario nos vino bien "La novia"
Y todavía estoy emocionada y agradecida a la casualidad. No tengo más que decir.


"Porque yo me fui con el otro, ¡me fui! ¡Tú también te hubieras ido! Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera, y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes"


"Con este pasaje comienza la adaptación de Bodas de sangre, de Federico García Lorca, que Paula Ortiz ha presentado en la sección Zabaltegui de San Sebastián. La novia es una película con tanta belleza que abruma. Está rodada en Aragón en poco tiempo y con pocos medios, pero su valor cinematográfico es incontestable. Los versos que salen por la boca de Inma Cuesta están vivos y ahogan al espectador en una congoja que dura todo el metraje. Esta historia de pasión y violencia que retrata a unas gentes que ya no existen y un árido lugar donde ya no queda nada, no toca temas tan profundos y universales como las adaptaciones de William Shakespeare pero el estilo de Ortiz convierte a la película en un bellísimo referente estético".   Pedro Moral Marín.

Siempre es agradable descubrir así de lleno una obra tan conocida, de oídas por mi, cómo es Bodas de sangre, de Lorca. Y quizá por eso, porque no conozco otra versión me ha impactado tanto. Siempre hay que agradecer que haya gente que no deja de crear sobre lo creado, ese camino es interminable.  Como el acierto de incluir  en el momento más dramático de la historia, El pequeño vals vienés, de G. Lorca, musicado por Leonard Cohen, en una versión desgarrada, intensa, y menos conocida. Creando más belleza si cabe.

A quien le guste el cine, la poesía,  García  Lorca y la belleza en general, que no deje de ir a ver La novia.

Purificación.

sábado, 16 de enero de 2016

Se acabó




Ya sé,  lo mío es ir con retraso. La semana pasada ya se acabó, porque lo dice el calendario. Con todo cuidado recogí el belén, parte de la escenificación de la comedia anual cargada  de  costumbre y  fervor a partes iguales. De nuevo envolví  las delicadas figuras de cerámica, con el plástico de burbujas, sustituto del papel de periódico, y las coloqué en la caja, que aunque es la misma, siempre me falta sitio,  las muevo una y otra vez  hasta que el puzle encaja, después de arrinconar las velas grandes, apretujar las guirnaldas y axfisiar a las bolas que hace años ya no salen a lucir sus desgastados  brillos.  Enrollé el cordón de luces que admitirán una vez más  el castigo de estar  otro año más sin vida,  sus chispazos de colores,  junto a todo lo demás. Y a la vez que guardo  los objetos,   flases  lejanos y de ahora mismo se mezclan como en la caja, con el orden que le da la gana a la  imaginación. Y prefiere los lejanos y más persistentes a la vez.

 Y ahí sigue aquella noche de invierno, negrísima  y oscura,   en que desde la ventana del salón, tres pares de ojos infantiles, ingenuos, pero capaces de ver lo que lo que los mayores no  ven, inspirados y  animados por la voz insistente del padre, vieron  muy claramente como  en el corral de la casa, abrevaban  los caballos de los Reyes Magos, el blanco, el gris, y hasta el de color pardo oscuro, con tal grado de emoción y embeleso, que ni siquiera pensaron qué regalo les traerían. Imagen con tanta fuerza y emoción que no le deja casi sitio a ese  murmullo tonto e incompresible, de ahora mísmo, como es la apariencia de los Magos Reales, al fin y al cabo poseedores de todas las ilusiones,   concentradas en las miradas de quien, espero, sigan siendo  capaces de ver lo que no hay, unos trajes verdaderamente majestuosos.

Ya está todo guardado, y la caja, en el sitio de siempre, sabe que estará olvidada otra vez por una larga temporada entre las cosas de la casa que,  aunque casi no se usan, se sabe exáctamente  donde están.

Imagen: Yrjö Edelmann.

Purificación.