Abro
la puerta y noto el olor a polvo y a nada, que se produce en los sitios
deshabitados largo tiempo.
Al
entrar tropiezo con un paragüero y cae al suelo, me agacho y lo busco con las
manos, el tacto frío me confirma lo que antes dijo el sonido; es
metálico, lo levanto y sigo andando con los brazos extendidos para comprobar
dónde termina el pasillo. En las paredes hay cuadros colgados a diferentes
alturas. A mano izquierda encuentro un vacío, es la entrada a una habitación,
giro para entrar, a los dos pasos me doy en las piernas con la cama, me inclino
para poder tocarla, palpo la ropa, una suave y mullida manta se recoge debajo
del colchón. Doblada, en la parte de los pies, una colcha de algodón, más fina y de tejido más firme con
dibujos en relieve y flecos en los extremos. En la mesita de noche de este
mismo lado hay una lamparita baja, dos porta-fotos pequeños, un paquete de
pañuelos y un frasco de colonia, lo abro, el olor demasiado penetrante y empalagoso
me hace cerrar los ojos y contener la respiración. Precipitadamente lo cierro y
casi lo caigo al suelo pero procuro dejarlo mas o menos donde estaba.
En
la pared situada a los pies de la cama hay un mueble con varias estanterías, en
la que queda a la altura de mis manos hay unos cuantos libros que al tocarlos
se tumban hacia un lado con efecto
dominó. El polvo que se desprende me hace toser.
En
la misma pared un poco más adelante hay una ventana, paso la mano de arriba
abajo hasta encontrar el pestillo, tiro y la abro. Enseguida noto agradecida el
aire fresco de la noche. Piso lo que debe ser la alfombra que se me engancha en los pies y de una patada la
meto debajo de la cama. En la pared que queda enfrente de la puerta hay un
mueble bajo con cajones, encima colgado en la pared, la calidez de un marco de
madera que sujeta la superficie dura y fría de lo que puede ser un espejo,
después también colgado una percha con collares y cinturones, un poco más adelante unas fotos
fijadas a la pared con chinchetas. Me siento en la cama y reculando llego a la
otra mesita, también hay una lámpara, un
libro y un estuche de gafas. La cabecera es de metal con barras cruzadas formando cuadrados, en una de ellas, sujeto con un pañuelo anudado, un cable que
termina en un interruptor con forma de pera. Enciendo la
luz... no sé por qué, no me hacía falta.
P. Merino
Foto: Thedreamofpupet.
Foto: Thedreamofpupet.
En primer lugar, muchas gracias por pasar a visitarme, me encantó verte por allá.
ResponderEliminarPero lo más importante, qué buen blog, leí tres entradas y me pareció que deberías hacer algo más para que otros lo visiten, porque lo merece con creces.
Ya voy a visitarte con más (y mejor) tiempo, aprovecho para dejarte un gran cariño.
HD
Bienvenido, Humberto, gracias por tu visita y tus apreciaciones. Si te digo la verdad no esperaba la visita, tiene que ser un poco agobiante, tener tantos comentarios, y cumplir con todos. Así que mi agradecimiento es doble.
EliminarSaludos.
Quizá el recuerdo. Quizá otra vida.
ResponderEliminarUn texto claro y puro, como solo tu sabes hacerlo. Comparto las opiniones de Humberto y Mª Jesus, dos grandes entre los grandes.
ResponderEliminarUn abrazo Puri
Me has hecho caminar a oscuras adivinando qué era cada cosa que tocabas, me ha "dolido" ese golpe en las piernas con la cama, casi caes al tropezar con la alfombra,reconoces cantidad de objetos, de verdad que pensé que la luz se había ido.......Claro que al encender la luz y decir que no te hacía falta me has hecho pensar que eras invidente.
ResponderEliminarUn relato muy sorprendente.Saludos
Impresionante tu escrito porque ... ¿Sabes que he ido viviendo cada escena con tus letras? he tropezado con el paraguero, me has hecho acercarme al suelo, después he andado hasta el pasillo, he visto la ventana, las paredes, las fotos en la pared, las chinchetas, la cama... madre mía qué buena descripción has hecho, te felicito por ella.
ResponderEliminarUn beso.
Muy bonito de verdad, el tacto, la intuición, los recuerdos, el instinto, todo eso ve más que la luz.
ResponderEliminarBesicos
Entro contigo en esa casa, sin miedo a tropezar. Los sentidos son más de cinco. Huellas de vida. Bello relato, con olor a colonia añeja, algo pesada. Joya o Maja, ¿te acuerdas de esos perfumes?
ResponderEliminarMi blog está ahora más fácil para acceder, pesa menos, ya me entiendes, los del Blogger me han hecho caso.
Besos
Es lo que tiene conocer nuestra madriguera.
ResponderEliminarMe recordaste una peli de Audrey Hepburn (si no recuerdo mal)que hacía de ciega.
Besitos
Vaya, justo ahora se funden los plomos....
ResponderEliminarUn abrazo