miércoles, 27 de junio de 2012

En los momentos "chungos"




     Hacía un rato que buscaba el número de teléfono del servicio técnico, nerviosa y con la cara de cabreo obligatoria, cuando un viernes por la mañana la lavadora dice, no. Y para no cabrearse más, el pensamiento se le fue por la tangente

    -Sé que si quisiera, podría atraer su mirada de una manera mucho más interesante, por ejemplo; cambiando mi manera de vestir, pero no me da la gana. Pensaba Lola,  mientras removía el café del desayuno, con la mirada perdida en el oscuro líquido encargado de hacerle revivir un nuevo día.
   Eso sería cambiar las cosas, y ella, no quería  cambiar nada. Además, qué pasaría cuando se sintiera incómodamente traidora a sí misma, rastrera y oportunista. Tendría que volver a lo anterior y dejaría al descubierto toda la maniobra. Ya le costaba trabajo todas las mañanas, escoger la ropa que se iba a poner y complacerse  sólo a ella misma, como para pensar en el prójimo. Una vez leyó en algún sitio, ¿qué es ser fiel a si mismo? Explícalo. Pues eso debía de ser, respetar las ideas de uno, y tenerlas en cuenta por encima de todo, aunque se parara el mundo, o peor aún; que todas las lavadoras del universo dejaran de funcionar en fin de semana.
   Después de reflexionar, llegó a la conclusión de que estaba llevando las cosas demasiado lejos. Tampoco era para tanto, -se dijo- mientras buscaba en el armario la única falda que le quedaba, las había desechado todas a favor de los pantalones, como todas las mujeres cómodas y modernas. Y, ¿dónde puñetas habría guardado la camiseta roja-ceñidísima, que le regalaron las amigas en plan de coña, el día que le concedieron el divorcio? Ella estaba tan hundida y desconcertada aquél día, que no estaba para camisetas y menos de aquéllas características. La debió de meter en algún  cajón y  no la había vuelto a ver. Pero ahora no estaría nada mal, para ir en plan provocativo, de “aquí estoy yo”, para ver la cara que se le quedaba al colega de la oficina, -que la controlaba como  si fuera  su madre-  notaba cualquier cambio en su atuendo, incluso el perfume o el color de la sombra de ojos.
   Y claro que se temía lo que iba a pasar. Cuando una mujer dice que es divorciada, es como decir, que todo  “el monte es orégano”, o que se ha “abierto la veda”, que “más vale tarde que nunca”.
   -En guardia, Lola; todavía no estás para tontunas.
    Recuerda cuando Charo, su amiga del alma, cuidaba a un anciano de ochenta años y cuando éste se enteró de la ausencia de hombre en su vida, empezó a tirarle los tejos. ¡Ochenta años!  -¿pero es que no se rinden nunca?, clamaron  las dos a coro.  Aún se acuerda cuando se lo contó llorando como una Magdalena y terminaron las dos tiradas por el suelo de la risa nerviosa que al final las invadió.
   Qué incertidumbre, que desasosiego, que pereza tener que empezar a tontear otra vez y ponerse al día, le aconsejaba Charo, que le llevaba años de ventaja en la nueva situación.
   ¡Por Dios!, ella nunca tendría valor  de irse sola a una discoteca aunque allí le esperaran todas las amigas del mundo, o el mismísimo príncipe del cuento. Se estaba tan bien en casa, haciendo… ¿qué?
  Dejó de buscar la falda, además si la encontraba seguro que ya no le valía, (ella siempre tan positiva). Se puso un pantalón y se hizo la concesión de ponerse la camiseta roja-ceñidísima.              Después de mirarse en el espejo comprobó lo que ya sospechaba, parecía que se iba a “trabajar la esquina”, y acabó hecha un ovillo en el sofá sin saber qué hacer, si reír o llorar, o hartarse de pan y chocolate, su antidepresivo favorito.
   - Oiga, sí, una lavadora.
   -¿Hasta el martes?
   - ¡Nooo, por Dios!.

  Purificación.
Foto, publicada por Merich.

6 comentarios:

  1. Soy la primera.
    Lo mejor es arreglar la lavadora, lo otro...se arreglará solo, pienso.
    Besos, Pamisola

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    1. Gracias, por tu comentario y por ser la primera.
      Abrazos.

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  2. Por supuesto que lo primero es la lavadora.-¡faltaría más!Pero habrá un término medio entre la lavadora y la camiseta ceñida. Digo yo. ;-))

    Besos

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    1. Pues con el tiempo usará la camiseta y la tendrá que lavar. por decir algo.

      Gracias Kety, besos.

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  3. Creo que no cambiamos porque el miedo nos lo impide,pero si somos valiente y lo hacemos, podemos descubrir que el cambio con la camiseta roja ceñidísma puede ser maravilloso ¡Quién sabe! Si no lo experimentamos no lo sabremos nunca.

    Me gusta como nos cuentas estos cuentos tan reales y cercanos de la sociedad de hoy en día.

    Un abrazo

    Luz

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    1. Tienes razón, Luz, falta valor.

      Gracias por seguir leyéndome.

      Abrazos

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Por razones ajenas a la autora de este blog, no se admiten comentarios anónimos. Pido disculpas y espero volver a permitirlos más adelante. Gracias.