lunes, 20 de agosto de 2012

Los re-encuentros

                                                   

Las cuatro y diez

Fue en ese cine, ¿te acuerdas?
en una mañana al este de Edén,
James Dean tiraba piedras
a una casa blanca, entonces te besé.
Aquélla fue la primera vez,
tus labios parecían de papel,
y a la salida en la puerta
nos pidió un triste inspector nuestros carnets.
Luego volví a la academia
para no faltar a clase de francés,
tú me esperaste hora y media
en esta misma mesa, yo me retrasé.
¿Quieres helado de fresa

o prefieres que te pida ya el café?
Cuéntame como te encuentras,
aunque sé que me responderás: muy bien.
Ten, esta foto es muy fea,
el más pequeño acababa de nacer.
Oiga, me trae la cuenta,
calla, que fui yo quien te invitó a comer.
No te demores, no sea
que no llegues a la hora al almacén;
llámame el día que puedas,
date prisa que ya son las cuatro y diez.

 L. Eduardo Aute.

La emoción a flor de piel  se condensa en esta escena que describe la canción (la pizca de unas vidas) de un reencuentro, fácil de imaginar.  La evidencia flotando en el aire  de lo que pudo ser y no fue.  Y quizás el disimulo discreto para ocultar  el desencanto  que produce  la realidad
Cuando la escucho, siempre termino  pensando en   que la nostalgia    no deja ver  otro sentimiento y de haberlo, ¿cuál sería exactamente?, de tristeza o alegría.

Y sin querer, o queriendo, me viene a la memoria una escena (que  no hay que imaginar) de  la  magnífica  película  “Esplendor en la hierba, cuando -Natalie Wood- después de recuperarse  de su trastorno  mental  por culpa del amor, se empeña en ir a visitar a su antiguo novio, -Warren Beaty-  ahora convertido en  granjero,  casado ,  con un hijo y esperando  otro, nada que ver  con el que hacía tiempo ella vivió una controvertida  e intensa historia de amor. El encuentro,  desconcertante por lo inesperado, y en el fondo y en la superficie la decepción y la tristeza,  aquí , también disimulada por los dos para darle algo de  naturalidad al momento. Algo que había que hacer, para poder seguir  viviendo aunque   sólo  sea con el recuerdo  de la juventud ya perdida
 Entonces se comprende perfectamente lo que  dice la parte del poema   que se escucha en un momento de la película:




“Aunque mis ojos  ya no pueden ver ese puro destello,
que en mi juventud me deslumbraba;
aunque ya nada pueda  devolver
la hora del esplendor en la hierba,
de la gloria de las flores,
no hay que afligirse
porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo”… 
 (Willian Wordswort)

Momentos intensos  de la vida que se repiten una y otra vez, lo único que cambia son los protagonistas.

P. Merino.


Pintura de Edward Hopper.

Fotograma de Esplendor en la hierba, Internet.

2 comentarios:

  1. El esplendor en la hierba y la gloria en las flores pasa. los reencuentros son, a veces, decepcionantes. Donde hubo fuego hay brasas, algo queda.

    Ha sido un placer recordar la canción de Aute y la película con más esplendor.

    Las pinturas de Hopper tienen gran carga de soledad.

    Besos, Pamisola

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    1. Muchas gracias por tu comentario. La canción de Aute siempre me emocionó, incluso ahora después de tanto tiempo. La frase "ten esta foto es muy fea el más pequeño acababa de nacer" me ha impresionado siempre, parece que se estuviera disculpando por no ser igual que cuando se conocieron. Igualmente en la escena de la película, son los hijos los que evidencian que la juventud ya pasó.
      En cuanto a Hooper, tienes razón respira soledad por los cuatro costados, a mi me gusta bastante y quiero ir a ver la exposición del Thysen un día de estos.
      Al final es una manera de juntar varias formas de hacer arte, como Aute, Elia Kazan, Hooper y Wordswort. Quien sabe a lo mejor para algunos una barbaridad.
      Me extiendo en contestarte y con mucho gusto porque todos estos temas me interesan bastante, y porque como verás eres la única, (de momento).

      Abrazos, Abejita.

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