El pasar del tiempo cambia las cosas, y nos damos cuenta cuando ya no cambia nada, como los paisajes en que nada florece, ni se amustia, pero esperan pacientes la revolución de una primavera.
Empezó a dejar cosas fuera de su sitio, aquí y allá, en cierto modo creaba la ilusión, de que todo era como antes. Ahora se daba cuenta que después de tanto afán por ordenarlo todo, era precisamente el desorden el signo de la vida, diaria. Las pocas prendas que quedaban en los armarios, ya no salían ni entraban como por arte de magia, ni se quedaban tiradas por las sillas, el suelo, o en aquel artilugio que compró para hacer bicicleta sin salir de casa, y que cumplía sin rechistar la misión de multi-perchero, de maravilla. Y la frase de "a ver si ordenas la habitación" tantas veces gritada desde la cocina, y que siempre se quedaba rezagada por el pasillo, ya era un sinsentido.
No era la primera vez que le pasó por la cabeza, al igual que en ese cuento de Cortázar, que siempre le inquietó; ir cerrando las habitaciones, como si fuera otra "Casa tomada". En su propio beneficio pensaba que en el brevísimo relato, raro e intrigante y que Julio, cuenta con maestría, la casa no era tomada por seres extraños, sino dejada por los dos protagonistas, y poco a poco arrinconarse para disimular mejor la soledad. Pero no se rendiría, si no llegaba, ella misma haría la revolución.
Purificación.
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La masía, Joan Miró |
Lo que más me ha gustado del relato es ese final en que decide no rendirse y hacer ella misma la revolución.Besicos
ResponderEliminarComo en la casa de Julio, en todas se van cerrando habitaciones cuando se van, o nos vamos yendo, a otras. Y cada vez hay más soledad en ellas. Yo como ella, tampoco pienso rendirme.
ResponderEliminarMuy real tu relato... Que cierto es que el artilugio-perchero siempre acabe en un rincón ;))
Buen finde.
Un beso.
Hagamos la revolución. La pendiente y la de cada día.
ResponderEliminarNunca había pensado en esta manera de ver a los protagonistas de Casa tomada, es cierto, fue "abandonada", principalmente, sin lucha, con resignación ante lo desconocido, con una extraña mansedumbre...
ResponderEliminarBesos
Leo tu entrada y pienso en esas casas sin vida, de puro ordenadas. Serán "casas tomadas". Y me imagino a sus dueños alojados en un rinconcillo, tal vez en la cocina.
ResponderEliminarBesos, Pamisola
Es un buen momento para volver a leer La casa tomada de Cortázar y reflexionar sobre nuestra inacción. Me alegra que la protagonista del relato emprenda la revolución que cuente conmigo.
ResponderEliminarUn abrazo
Luz
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarNo he leído el libro de Cortázar. Lo agrego a la lista.
ResponderEliminarHay muchas formas de hacer la revolución. ;-))
Besos
¡No rendirse nunca, hasta el último suspiro!.
ResponderEliminarGracias Puri por tu saludo de bienvenida en casa, aunque no publique, vendré a leerte en mis recreos.
Besos
Excelente. Las casas dicen tanto de quienes las habitan...
ResponderEliminarMe encantó tu relato y volver a tu blog.
ResponderEliminarY es que en las casas todo puede suceder.
Un beso.
Al principio me estaba angustiando pensar que la protagonista de tu historia iba a abandonarse. Menos mal que al final le ha salido el lado rebelde y decide hacer la revolución. No hay que cerrar todas las puertas, porque cuando uno menos lo espera, aparece una visita...
ResponderEliminarMe ha gustado tu historia, Puri.
Un abrazo.
Tu lectura de Cortázar es muy personal y ha enriquecido mi propia experiencia.
ResponderEliminarYo, como tú, quiero hacer una revolución, pero al revés. Huelga de limpiar y recoger. Cerrar las puertas a ver si alguien lo nota.
Claro que entonces tendría que mudarme al jardín! :D
Abrazos!
Lo leí de jovencilla y ni lo recuerdo, no así con Rayuela.
ResponderEliminarBesos, que ya te extrañaba.
Buen fin de semana;))
ResponderEliminarUn beso.