Después de tantos días
perdido, con frío, hambre, cansancio, el cuerpo empapado, la ropa rota e irreconocible
por la suciedad y el barro embutido en las botas y lo que
quedaba de mis calcetines, tuve la gran suerte
de encontrar este escondrijo parecido
a una cueva. Por fin podría descansar sin tener por techo el cielo raso.
Ese cielo limpio y estrellado que
anuncia las duras heladas y que para mi desgracia ya conocía tan bien.
Me moví
para darme la vuelta y cambiar de postura, estaba entumecido de
estar tanto tiempo encogido para
soportar mejor el intenso frío que no lograba mitigar tapado con la manta que
ya sólo era un harapo.
Era ese momento
impreciso en que el día compite con la
noche para ir imponiendo su luz poco a poco. Me sorprendí al distinguir entre las sombras a otra persona
tumbada a tan solo un metro de donde yo estaba, dormida probablemente, o sólo
intentando descansar.
Esperé nervioso a que
hubiera más luz para ver quién era la inesperada compañía. Estaba de espaldas,
y por el aspecto de su ropa imaginé que estaba en lo mismo que yo; poder sobrevivir.
-¡Eh!
¿Quién eres tú? ¿En qué bando estás?
Comprobé que era un hombre más o menos
de mi edad cuando se revolvió rápidamente para mirar hacia mí.
-Y
a ti qué te importa. Yo podría hacerte
la misma pregunta.
-Yo ya estaba aquí
-Y
qué pasa, que esta porquería de sitio te
pertenece.
-Del
que llega primero. Y si no hay más remedio, defenderlo a puñetazos. Con una mueca de media sonrisa desganada, me pregunté si merecía la pena luchar ya por
nada.
El recién llegado se incorporó, la escasa luz
me hizo intuir, más que ver, su
aspecto y el estado de sus ropas y no me
dieron una pista nueva, seguro que era otro desertor cómo yo, los había en las dos partes.
Seguimos la
conversación midiendo las palabras, tanteando, sobre todo las respuestas, sin
olvidar lo que a los dos más nos preocupaba. Si el otro sería de fiar. Se puso de pie y dio
una vuelta sobre sí, buscando con la mirada.
-No
tienes nada de comer, ya veo. -¿O lo tienes escondido?
-No. Y de tenerlo tampoco te daría nada, sin saber siquiera quién eres.
-Vale,
luego hablaremos de eso-. Y contrariado se
volvió a tumbar en el suelo igual que
antes, de espaldas a mí. Supuse que le podía más el cansancio que el
hambre y las ganas de discutir. Eso y
que estuviera otra vez a mi altura me
tranquilizó. Después de un rato de hacer
cábalas sobre el cambio de la situación,
el abatimiento y el silencio me adormilaron.
Calculé por la intensidad de la luz que serían cerca de las siete de la mañana, el día empezaba
a chulear otra vez, y de nuevo ganarle la
partida a la oscuridad.
Me volví para mirar donde
estaba el otro individuo cuando sobresaltado recordé lo ocurrido antes de
quedarme dormido, pero la claridad me
daba de lleno en los ojos. Me levanté
despacio para no hacer ruido, pretendía adelantarme y poderlo mirar con
detenimiento antes de que se diera cuenta. Recorrí la cueva con la mirada, no
había ninguna señal en el sitio donde
había estado tumbado. Me
desperecé para colocar mis doloridos huesos, que ya no recordaban lo
que era un colchón.
Me sentí aliviado y decepcionado a la vez al descubrir que de nuevo estaba solo. Fue bueno tener a alguien con quién hablar después de tantos días huyendo por el monte, de tanta soledad y tanto miedo compartido con las alimañas nada
más. El tiempo que duró la breve conversación me sentí menos miserable, menos humillado por la vida, dos personas hablando en igualdad de condiciones, aunque el otro posiblemente, no fuera de los míos.
Salí de la cueva
siguiendo las pisadas marcadas en el barro por el otro desgraciado, me llamó
la atención un papel que había en el suelo y que todavía no se había empezado a mojar,
lo cogí, era de un color pardusco indefinible, como casi todo en aquellos tiempos, aunque era posible que fuera blanco
cuando se escribió. Tenía los dobleces
gastados, casi rotos, de tanto mostrar su contenido, como un
estuche que guardara las palabras con más celo que si fueran joyas. Lo desdoblé con
curiosidad y cuidado, intento inútil con mis
manos temblorosas, ajadas y sucias.
"Querido Juan: Donde quiera que estés, no me olvides nunca. Con todo mi amor te
espero. Siempre tuya, Teresa.
P.D. El niño se cría bien, se parece
mucho a ti, y te manda un beso."
Aquel papel que sin duda era el motor y el alimento
de alguien que sufría la misma situación que yo, se dobló solo, por la costumbre. Lo guardé en el único bolsillo que me quedaba, quizá
con la esperanza de poderlo devolver. Mis
pensamientos volaron lejos y demasiado deprisa
en busca de los sentimientos, los esquivé como pude y decidí que no debía
darles ni un minuto de atención. Necesitaba las pocas fuerzas que me quedaban
para seguir andando con un solo
objetivo; encontrar, como fuera, algo que se
pudiera comer. Después quizá pudiera sentarme a llorar y dejarme embaucar otra vez
por la esperanza.
Purificación.
Imagen: Acuarela de Mark Horst (Internet)
Texto actualizado.
Publicado en TALAVÁN TALAVÁN CUENTA.
Imagen: Acuarela de Mark Horst (Internet)
Texto actualizado.
Publicado en TALAVÁN TALAVÁN CUENTA.
Que relato más triste, Puri, la esperanza nunca hay que perderla. Cuando embauca, no es verdadera y al no serlo, retroalimenta lo negativo, por el contario, la verdadera, con un poco de creatividad, perseverancia, paciencia y voluntad ( o mucha) a la larga, produce una salida.
ResponderEliminarBesos
Como dice Myriam es muy triste y casi sin esperanza. Según lo leía me recordaba a La carretera y luego a Intemperie.
ResponderEliminarPero creo que tiene mucho más de lo penoso e incomprensible de las guerras y los bandos distintos.
Bien llevado, sí, me gustó, un fuerte abrazo
Triste historia y con la interrogante de cómo será el final...... pienso que logrará encontrar su más inmediato objetivo.Besicos
ResponderEliminarSomos seres solos...
ResponderEliminarSi hubieras visto mi gesto corporal te habrías dado cuenta de lo que me produjo el texto, a veces las palabras no son las mejores herramientas.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
HD
Me refería a que lo que te pudiera decir de tu texto no llegaría a explicar mis gestos y toda la actitud corporal que me produjo leerte, a que mis palabras parecerían vacías de contenido. Tendrías que haber visto un vídeo. Espero haberme explicado mejor ;)
EliminarY besos.
Un cruce de soledades es tu bien trazado relato.
ResponderEliminarBesos, en la mañana de resurrección.
Esquivar los sentimientos y pillar algo de comida... Cualquiera de nosotros acabaría por comerse el papel. Es lo que solemos hacer, aún sin estar en situación de guerra.
ResponderEliminarAbrazos, siempre
Siempre la esperanza, para agarrarnos y sostenernos, para vivir...
ResponderEliminarUn beso,amiga
Muy bien traído ese papel que aparece, así por casualidad y sin embargo le da todo el sentido al texto
ResponderEliminarUn abrazo