Porque los almendros todavía no han hecho acto de presencia. Y por las mujeres que siempre están, han estado y
estarán presentes, pero incompresiblemente hay que recordarlo una vez al
año, como a los almendros.
Cuando me da por pensar
Hay más caminos, pero yo prefiero pasar por donde están los almendros. Forman un
pasillo de tres a cada lado y es
un verdadero placer mirarlos cuando se ponen, todos a la vez, su anual vestido
rosado cual bailarinas de un ballet. Y
sabiendo que me encanta su apariencia, me
engañan una vez más haciéndome creer que el buen tiempo ya llegó, y que son compatibles con el frio o
la nieve. Después se camuflarán con un color gris impreciso, para no estar
“visibles” cuando las nevadas tardías se
presenten y les hagan quedar por mentirosos.
El
camino que a mí me gusta podría llevar a cualquier otro lugar más interesante, como un bello jardín, un gran parque, o una
hermosa casa de estilo inglés, por decir
algo. Pero no; los almendros en cuestión
adornan la entrada del supermercado al
que voy todos los días. La costumbre y la monotonía me dan libertad para imaginar otras cosas.
Y mientras transito por los pasillos
atestados de cosas de comer y decido cual será el menú del día, me da por pensar, me pasa muchas veces. Esta
vez, en aquél país lejano gobernado por un Jeque árabe que mandó plantar una
montaña entera de almendros, y cuando estuvieron en flor, se lo ofreció a su amada, la
favorita de su harem, porque un día se quejó de que no conocía la nieve.

Allí, imagino a una mujer que en nombre de muchas se atreve a decir, “Queremos salir de esta torre de tela que nos
cubre de los pies a la cabeza para admirar
el paisaje en toda su extensión,
abarcar con la mirada lo de cerca y lo lejano, poder fijarnos en los detalles
de las flores y la majestuosidad de los árboles. Que cuando nos hablen nos miren a los ojos, y
nosotras veamos con claridad los suyos. Queremos que el aire nos dé en la cara
y nos alborote el pelo y que nadie se preocupe ni se ofenda por ello”.
No quiero ni imaginar lo que pudo ocurrir si algún jeque la escuchó.
Este pensamiento que me gusta más y
menos (según se mire), me viene a la
cabeza justo cuando tanteo los tomates con más interés del debido. Eso me
vuelve a distraer y me olvido del asunto, con la misma facilidad que me quito el
guante talla-única que hay dispuestos para
este menester.
Afuera, los almendros me esperan para presumir otro rato.
Pero al
salir, decido pasar por otro camino que
tiene plantados unos cuántos lilos, que más adelante serán otro regalo para
la vista.
Teniendo en cuenta que no tengo casa con "patio
particular", verdaderamente soy una privilegiada.
Puri
Ojalá todas las mujeres pudiesen caminar entre almendros, y soñar que le regalan montañas de almendros. Ojalá.
ResponderEliminarMe ha gustado tu homenaje a la mujer.
Besos
ESta tarde iré a ver los almendros del Parque de la Quinta de los Molinos que está al final de la calle Alcalá, no sé si lo conoces, pero merecer la pena. Ya os dejaré fotos en el blog.
ResponderEliminarMe ha gustado tu relato entremezclando lo real y lo imaginado, y por desgracia comprobar que la realidad y el deseo, en este caso referente a la mujer, tienen su desarmonía.
Mu bueno lo de los pasillos por el super.
Un abrazo
Luz
Kety; con más justicia para las mujeres de todo el mundo, sería suficiente. Lo mío más que un homenaje, es un recuerdo a cosas que pasan. Gracias de todas formas.
EliminarAbrazos.
Luz; Sí conozco de oídas la Quinta y creo que merece la pena visitarla aunque sea sin almendros. Me alegra que te guste el relato y que me digas porqué, todavía más.
Abrazos.
Kety; con más justicia para las mujeres de todo el mundo, sería suficiente. Lo mío más que un homenaje, es un recuerdo a cosas que pasan. Gracias de todas formas.
EliminarAbrazos.
Luz; Sí conozco de oídas la Quinta y creo que merece la pena visitarla aunque sea sin almendros. Me alegra que te guste el relato y que me digas porqué, todavía más.
Abrazos.
Todos los años hago una entrada con las primeras flores de almendro de mi tierra. Eso es un día: la lucha por la igualdad de la mujer debe ser algo permanente.
ResponderEliminarHola, bienvenido a mi blog recién estrenado.
EliminarA mí me indigna tener que luchar por eso, con los años que tiene el mundo ya... pero no hay más remedio.
Las flores de almendro son preciosas en todos los sitios.
Saludos, Puri.
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