jueves, 6 de diciembre de 2012

"El placer de la lectura"

Para la propuesta de Pedro Ojeda, La Acequia, sobre "El placer de la lectura"

Mis primeras lecturas, sin leer.

Mis comienzos con la lectura son algo confusos. Cuentos infantiles de forma tangible, no recuerdo tener,  pero sí los poemas que mi madre recitaba para entretenernos mientras hacía otras cosas.

 “He dormido esta noche en el campo,
 con el niño que cuida mis vacas
y se quiso quitar ¡pobrecillo!
su blusita y hacer mi almohada

(Con  una  entonación dramática tan conveniente, que a veces nos hacía llorar).
Creo que para élla era un pasatiempo, al que nosotros (mis hermanos y yo) no le dábamos importancia, y aunque nunca nos hizo repetirlo para que lo aprendiéramos,  distraídamente las palabras se quedaron por allí acompañadas del  soniquete conocido, que no le restaban ningún atractivo porque  hablaba de cosas que no éramos capaces de imaginar. Palabras  que sonaban  bien y  debían querer decir cosas  hermosas,  quizá por eso  se quedaron enredadas en algún soporte invisible y resistente de nuestro ser,  hasta hoy.
 Palabras, a veces  mágicas para una mente infantil, que podrían ser el bálsamo para curar una  buena rabieta:
“La Princesa está triste, ¿qué tendrá la Princesa?”...

Y curada la herida, un premio:
 “Margarita te voy a contar un cuento
(Y la retahíla  de cosas lejanas y maravillosas que  venían después)
Este era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha del día
y un rebaño de elefantes”…

O las veces que  la cocina se convertía en un  jardín muy particular.
Era un jardín sonriente, era una tranquila fuente de cristal,
y era a su borde asomada una flor inmaculada de un rosal”… 

Con lo que Gabriel y Galán, Rubén Darío, o, los hermanos Álvarez Quintero, fueron los autores, que  yo recuerde, de  nuestros  “primeros  libros”. En realidad fueron las lecturas de juventud de mi madre, supuestamente sus preferidas, y que gracias a su buena memoria,  suplían las carencias de libros en casa. Sólo un pequeño diccionario, para consultar sus  dudas, que tiempo después yo usaba como distracción, además de  buscar palabras y contemplar los dibujos; un  pequeño tesoro.
Poco después o entremedias, los cuentos de Hadas, y del Capitán Trueno, gracias a que  por unos céntimos se podían cambiar por otros que no  hubiéramos leído, con la condición de que  estuvieran en el mismo estado de decrepitud. Además de las lecturas que se hacían en los libros del colegio, sin faltar claro, el Catecismo del Padre Astete, y el gran "best- seller"  de aquéllos tiempos, en los libros de aprender o de enseñar, según se mire, la Enciclopedia Álvarez, 1º, 2º y 3º grado.
  

 Las lecturas


Después  una laguna muy grande, con nada que recordar,  hasta que llegaron mejores tiempos y ya en la adolescencia, los libros empezaron a llegar a casa por obra  y gracia  de la cuota bimensual del Club de Lectores.
Ahí empezó verdaderamente, mi relación con la Lectura, a salto de mata, y de forma un poco salvaje. Leía con interés, pero con el  des-orden, en cuanto a los títulos se refiere, en que  iban llegando. “Ana Karenina”, "Platero y yo”, “ Madame Bovary”, “Viento del Este, viento del Oeste”, “Los cipreses creen en Dios”, “La familia de Pascual Duarte”, “Malinche”, “Réquiem por un campesino español”, “Cumbres borrascosas”, “La sonrisa etrusca”, “El camino”… “Pantaleón y las visitadora”, “Veinticuatro horas en la vida de una mujer” “La montaña mágica”  y muchos más que no recuerdo. 

Entre todos  están  esos que  no se quedan  en la memoria,  libros que  son menos importantes literariamente (eso se descubre después)  pero tienen el valor de ser parte necesaria para no perder el hábito y  buscar el siguiente. Y  de vez en cuando llegan esos que sin saber porqué  impactan y se   recuerdan   especialmente, por ejemplo: “Nada”, de Carmen Laforet,  por la manera de tratar el tema, (la guerra civil) y por la juventud de la autora en el momento que lo escribió; “León el Africano”, de Amín Maalouf, historia de la  Reconquista, desde el punto de vista de los reconquistados; “Malinche”, de Jane Lewis Brandt,  maravilloso libro épico de la conquista de Méjico por Hernán Cortés; Los Cuentos, de Cortázar; La Tía Tula, de Unamuno; Confieso que he vivido, de Neruda, fue por un tiempo, visitado muchas veces por mí, eso que llaman "libro de cabecera".
Pero a la larga los datos y los títulos de los libros es lo que menos importa, lo importante es el mágico momento  en que la historia que cuenta el libro te hace olvidar  todo lo demás.
El tiempo que  se dedica a la lectura va por etapas, según las circunstancias y los  quehaceres del momento,  de eso, y un poco la dejadez, también depende la asiduidad.

Para mi han sido muy interesantes los Clubes de Lectura. Ayudan sobre todo   a comprender  y ser más críticos con lo leído, a expresar y contrastar las opiniones, las propias y las ajenas y a la vez  apreciar  las posibilidades  que  una historia  puede tener,  tantas y tan diferentes  como  personas  participen en la reunión.  Sigo leyendo, ahora menos. Y también escribo, como Dios o quien sea, me da a entender  y gracias  a lo que  me enseñaron los  profesores que me he ido encontrando por los sitios de aprender, (primero, Pedro  Talaván, en el C.E.P.A.  D. Juan I  y después Francisco Martínez Morán en el Taller de Escritura de la U.A.H.) y siempre  de la manera más desinteresada   la influencia y la importancia de la lectura. 


 Aunque ahora sólo recuerde  una parte de todo lo leído,  todas las lecturas han sido importantes, pero las primeras, las orales como en  los tiempos antiguos, y  que no ocupan lugar  en ninguna estantería  siguen sin deteriorarse, siguen como el primer día.
 P. Merino.                     
Ilustración: Amy Sol
Fotografía: Cristopher Stott

12 comentarios:

  1. Tienes razón, esos cuentos y poemas escuchados en nuestra infancia son ya un anuncio de la lectura, la puerta abierta hacia un mundo lleno de palabras.
    Qué buena aportación la tuya a nuestra lectura. Gracias.

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  2. Que linda forma de entretenerlos tenía tu madre y como ese legado queda dentro... Muy emoiconante tu relato, Puri. Gracias y besos.

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  3. No sé quién sería yo si no hubiera leído desde pequeña.
    Muchos de los títulos que pones también me han acompañado.
    Besos

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  4. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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    1. Querida Mª Ángeles, discúlpame, he borrado tú comentario por error, no sabes cuánto lo siento.
      Me gustaría restablecerlo pero no tengo ni idea si se puede, y cómo hacerlo.

      Besos.

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  5. Que te hayas acordado del poeta Gabriel y Galán me trae recuerdos de la infancia. Recuerdo a mi padre recitando de memoria El Ama o El Embargo, era de por aquí. Generaciones de antepasados lo conocían de pe a pa. El Vaquerillo era conocimiento obligado, aún no se me ha olvidado de cuando lo tuve que aprender. "Confieso que he vivido" fue durante bastante tiempo lectura obligada, tiempos jóvenes. Este verano he leído varias novelas de Carmen Martín Gaite. Me encanta su prosa elegante.
    Perdona que haya entrado en tu casa sin llamar, te conozco por tus comentarios en blogs amigos.

    Saludos

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    1. Bienvenido, Pancho, a mi blog-casa.
      Siempre hay algo que recuerda a la infancia. Ya veo que mi madre no era la única que lo hacía, repetir lo que aprendieron de memoria.
      Recordarlo ahora es una satisfacción, y un poco homenaje a ellos.

      Gracias por tu visita.
      Saludos.


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  6. Me siento identificada con los versos del Vaquerillo. Desde que los aprendí, como tú muy bien dices se quedaron enredados en "algún soporte invisible" y aún, de vez en cuando los recito. Los tebeos de Cuentos de Hadas, eran mi perdición.

    Ya sé de vuestras lecturas porque he leído vuestro libro. REalmente Puri, tú tampoco has parado de leer.

    Besos

    Lus

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  7. Siempre me encantó la lectura y mi madre me recitaba "Margarita" de Rubén Darío. Me lo sabía de memoria, pero ahora se me olvidaron algunas partes. ¡Muy agradable tu texto, te felicito!

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  8. Muchas Gracias por tu amable visita, Diana. Me alegra que Rubén Darío, y su "Margarita" sean en parte coíncidencia de nuestros recuerdos infantiles.

    Saludos.

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  9. Muchas Gracias por tu amable visita, Diana. Me alegra que Rubén Darío, y su "Margarita" sean en parte coíncidencia de nuestros recuerdos infantiles.

    Saludos.

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Por razones ajenas a la autora de este blog, no se admiten comentarios anónimos. Pido disculpas y espero volver a permitirlos más adelante. Gracias.